jueves, 30 de diciembre de 2010

UN AÑO PUTREFACTO DE CINE REGULARCILLO

Acaba un año que el sentir popular no termina de ponerse de acuerdo en definir. Algunos lo califican de “apestoso”, otros de “infame”, y la inmensa mayoría lo borraría del almanaque. En materia cinematográfica (que es la que a nosotros nos interesa), ha habido, como siempre, de todo un poco. Motivos para aplaudir, para bostezar y para quemar butacas. A veces, hasta con los espectadores sentados.

¿Quieren pruebas? Pues lean:

A principios de este nefasto 2011, los hermanos Coen nos martirizaban con sus orígenes judíos en la tediosa Un tipo serio, de la que se salva un magnífico prólogo a años luz del resto del metraje. Por esas mismas fechas, Michael Haneke triunfaba con la sobrecogedora La cinta blanca y Guy Ritchie nos sorprendía con un Sherlock Holmes la mar de entretenido y relativamente bien revisado. George Clooney hacía de galán pendenciero con arco de transformación interesante en la recomendable Up in the air, mientras Penélope Cruz y su absurda nominación nos tomaban el pelo desde los escenarios de Nine. Un Eastwood templado, el de Invictus, nos recordaba que aún hay maestros que pueden hacer películas que, aunque modestas, dan sopas con onda a las grandes superproducciones. Y, paralelamente, grandes maestros del pasado como Martín Scorsese, exhibían su histrionismo en la exageradísima adaptación de Shutter Island de Dennis Lehane. Pufff...

Sorpresitas agradables hemos tenido unas cuantas: An education (deliciosa desde el principio pese a sus múltiples y perdonables “peros”), Fish tank (tiembla, Ken Loach), Soul Kitchen (o American Pie a la turca con muchísimo mejor gusto), Two lovers (algo fría, pero absorbente) o la durísima y griega Canino.

Interesantes también fueron La vida privada de Pippa Lee o la agridulce y excesivamente conservadora Madres e hijas. Películas que es mejor ver que no ver, pero que si no se ven tampoco pasa nada. No es el caso de Las vidas posibles de Mr. Nobody, película rara (pero rara, rara, rara) de obligado visionado que, pese a sus excesos y su ambigua tendencia a la ciencia-ficción , dejó poso a este viejo cinéfago.

Otras cintas destacables son Corazón rebelde, con la que por fin Jeff Bridges consiguió el merecido Oscar; El escritor, sólido y entretenido thriller del nunca suficientemente valorado Roman Polanski; el excelente, divertido y falso documental Exit through the gift shop, o la eficaz (aunque no precisamente original) Buried.

Decepciones hemos tenido también unas cuantas. Largamente esperadas eran las películas de Woody Allen Conocerás al hombre de tus sueños y de Christopher Nolan Origen. La primera es un más de lo mismo mezclado con un quiero y no puedo. Y la segunda, si bien fascina y apabulla en su primer visionado, se diluye en la memoria a medida que nos alejamos del cine. Otra que esperamos ansiosamente, vimos con agrado y olvidamos de inmediato fue la adaptación burtoniana de Alicia en el País de las Maravillas. Ni chicha ni limoná, pero ahí queda. Y lo mismo podemos decir del Robin Hood de Ridley Scott, con la salvedad de que esa no la esperábamos ninguno.

Salvajadas divertidas de ayer y hoy ha habido unas cuantas. Machete de Robert Rodríguez nos removió las entrañas (las ajenas) y lo peor es que amenaza con secuela. En Los mercenarios nos reencontramos con todos esos cachas de los ochenta y los noventa que hicieron nuestras delicias más bestiajas. Por su parte, Kick-Ass fue todo un descubrimiento para gozar de principio a fin. Para este viejo crítico pasado de todo, una de las grandes del 2010.

En el panorama nacional hay que destacar la divertida y nostálgica biografía que hace Óscar Aibar en El gran Vázquez, la diminuta Amador de Fernando León de Aranoa (de la que algunos esperábamos más), y la descafeinada aunque bien ambientada e interpretada Lope. El bochorno absoluto queda íntegramente reservado, cómo no, a Julio Médem y su Habitación en Roma, donde el desnudo femenino por partida doble intenta suplir una vaciedad total cargadita de diálogos supuestamente naturales a la vez que sesudos, y que ni una cosa ni otra. Aunque ¿quién se sorprende a estas alturas?

Por lo demás, Alejandro González Iñárritu desborda buenas intenciones en la desigual y algo dilatada Biutiful, con un Bardem inmenso que epiloga (¡qué palabra tan bonita!) esa patochada seudo-iniciática y niu eich llamada Come, reza, ama. Abbas Kiarostami nos volvió a aburrir como sólo él sabe hacer con su Copia certificada; y lo mismo hizo Steven Soderbergh con The girlfriend experience (una película que ofrece poco y da menos); Giuseppe Tornatore y su Baaría demuestran que Cinema Paradiso fue un accidente maravilloso e irrepetible; Mel Gibson se convierte en carne de telefilm en la sosísima Al límite; Mi nombre es Khan lleva el drama y la fábula a Bollywood (o al revés) con un mucho ruido y pocas nueces. Peter Jackson se desintoxicó de señores y anillos con la adaptación del bestseller de Alice Sebold The lovely bones; y de Un hombre soltero no recuerdo más que el cartel, así que imaginen lo que me marcó.

Y luego hay una película como las de antes: con un guión clásico, con buenos y malos, con las dosis justas de drama, comedia, acción y sentimentalismo. Sorprendentemente, esta joya maravillosa y emotiva es la tercera parte de una saga que revolucionó el cine de animación y que procede de los únicos estudios cinematográficos que, a día de hoy, nos recuerdan lo mágico y maravilloso que es ir al cine. Hablo de los estudios Pixar y de Toy story 3. Para muchos, la mejor película del año. Y para mí, viendo lo visto, pues también.

Evidentemente, no están todas las que son, pero juro por el tercer hermano Lumiere (que aún sigue dándose cabezazos contra el mostrador de la gestoría que prefirió fundar en vez de asociarse a Auguste y Louis) que son todas las que están.

Hale, que disfruten de las uvas... y recen porque el 2011 nos traiga esa película con la que todos soñamos y nadie ha tenido redaños de hacer todavía.