¡Bienvenido a la Mansión del Sr. Criticón! El hogar del único crítico de cine que no necesita internet porque lo sabe todo. Y lo que no sabe, se lo inventa. Únete al hombre que nació diez años antes que los hermanos Lumiere y aprende de él todo lo que puedas. O debas.
¿Es esta otra película sobre la posguerra española? Sí, lo es.
¿Es de las buenas o de las malas? De las regulares.
¿Tiene una visión parcial, maniquea y crítica con algún bando concreto? Sí, la tiene.
¿Es eso malo y vergonzoso como en LA VOZ DORMIDA de Benito Zambrano? No, aquí es más sutil.
¿Los diálogos y las interpretaciones son tan naturales como en aquélla? No, no lo son ni de coña. Aquí todo suena a leído, a falso, a guión. Hay actores que están geniales (Carlos Santos, Ángela Molina, Eduard Fernández), otros pasables (Blanca Suárez, Iba Garate) y otros pa matarlos (Karra Elejalde).
¿Es la película una mierda? Hombre, pues no.
¿Es innovadora? Tampoco.
¿Es entretenida? A ratos, como Pilatos.
¿Entonces qué coño es? Pues un thriller político resultón al que le falta pasión, veracidad y habilidad en el desarrollo del suspense.
¿Se puede ver? Hombre, ¿y qué no? ¿Se puede ver AMAR EN TIEMPOS REVUELTOS? Pues sí, se puede ver.
En
esta moda estúpida de llevar a la pantalla versiones de cuentos clásicos, le
toca el turno a Blancanieves y los siete enanitos. O los ocho. O depende del
plano, porque el número de enanos va y viene a lo largo del metraje. Y hay uno que interpreta Bob Hoskins que
se parece al sabio griego Tiresias. Y un cazador que no caza nada y que se
parece al novio de la Pataki. Y una Blancanieves que se parece a Juana de Arco
cuando se cabrea. Y una reina interpretada por Charlize Theron que se rompe de
guapa y recuerda a Cleopatra cuando se baña. Y un espejo mágico que parece
cegato, coño. ¡Mira que decir que la más bella es la otra! ¿Pero es que el
puñetero espejo no tiene ojos en la cara o qué? Pues no. No tiene.
El
caso es que llevaba un par de semanas oyendo que la película era infumable, que
la Theron debería cambiar de agente, que si era el mayor mojón del año… Y,
hombre, la película no es que sea la octava maravilla del mundo, ni el prepucio de San Aniceto, ni nada de eso, pero tampoco me ha parecido tan
abyecta. Para que se hagan una idea, la Alicia de Tim Burton es bastante más aburrida, vacía y excesiva.
Pese a sus dos horas largas, BLANCANIEVES Y LA LEYENDA DEL CAZADOR tiene suficientes escenas entretenidas para
que uno no quiera estrangular al proyeccionista al salir del cine. La madrastra se come la
pantalla cada vez que aparece (o está a punto de hacerlo a juzgar por el modo en que abre la boca), mientras que la pantalla se come, mastica y
escupe sin rastro de sustancia a la parejita protagonista. Por no hablar del
sosainas de William el arquero, uno de los personajes más tristes que se ha visto últimamente en una película. La puesta en escena es sucia y descuidada, aunque juega bien con los contrastes. Pienso en ese bosque oscuro lleno de alimañas infográficas en contraposición con ese otro bosque poblado por hadas, elfos y otros bichos que parece rodado en la sección de juguetes de El Corte Inglés.
Por lo demás, la película tiene momentos divertidos, peleas, buena ambientación, un troll que no viene a cuento, un venado blanco que viene menos a cuento aún, y
una resultona y por momentos bella música de James-Newton Howard que termina
de animar un irregular espectáculo demasiado violento para los niños y
demasiado descafeinado para quienes buscamos algo más de chicha en los cuentos clásicos.
Amenazan
con secuela, pero yo ya he tenido bastante.
No sé muy bien por qué, pero las películas con profesores y estudiantes son un poco como las de juicios: rara vez decepcionan. Vamos, que tienen que ser muy malas para que salgamos del cine diciendo "¡menuda mierda!" Piensen, por ejemplo, en EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS, LOS CHICOS DEL CORO, EL CLUB DE LOS EMPERADORES o esa otra con Sidney Poitier de la cual no tengo ni memoria para acordarme ni ganas para mirarlo en el IMDB. Ya saben a qué tipo de películas me refiero: unos niños o adolescentes problemáticos, un profesor algo rarito que, generalmente, se acaba de incorporar, y cómo influye positivamente en las vidas de sus alumnos de manera que al final todos son más felices y completos.
En PROFESOR LAZHAR, película seleccionada por Canadá para los Oscar, el centro de estudios está en Quebec, que es la zona de Canadá donde hablan francés, por lo que si optan por ver la película en versión original (que es lo suyo), sepan que se enfrentarán al idioma de Charles DeGaulle.
Aquí llega un profesor argelino de métodos algo severos y pasados de moda, que debe hacerse cargo de una clase de niños de primaria afectados por el reciente suicidio de su profesora. En este clima, el profesor Lazhar, que además tiene sus propios problemas con la justicia, se enfrentará a la dura tarea de intentar ser aceptado por unos niños que, aparte de traumatizados, pertenecen a una cultura bastante distinta de la del profesor. Si recuerdan, cuando éramos pequeños y hacíamos alguna pifia, era normal y hasta pedagógico que el docente nos cruzara la cara de un guantazo o nos diera un capón con los nudillos. Eso ahora es impensable, y así lo descubrirá el buen Lazhar mientras, poco a poco, va calando en el corazón de sus alumnos al tiempo que entra en conflicto con algunos de sus compañeros.
No hay mucho más misterio. La película no peca de melaza ni sensiblería, pero puede llegar a emocionar y divertir. Algo muy de agradecer en estos tiempos de aridez cinematográfica, quebraderos económicos e incertidumbre planetaria.