En
esta moda estúpida de llevar a la pantalla versiones de cuentos clásicos, le
toca el turno a Blancanieves y los siete enanitos. O los ocho. O depende del
plano, porque el número de enanos va y viene a lo largo del metraje. Y hay uno que interpreta Bob Hoskins que
se parece al sabio griego Tiresias. Y un cazador que no caza nada y que se
parece al novio de la Pataki. Y una Blancanieves que se parece a Juana de Arco
cuando se cabrea. Y una reina interpretada por Charlize Theron que se rompe de
guapa y recuerda a Cleopatra cuando se baña. Y un espejo mágico que parece
cegato, coño. ¡Mira que decir que la más bella es la otra! ¿Pero es que el
puñetero espejo no tiene ojos en la cara o qué? Pues no. No tiene.
El
caso es que llevaba un par de semanas oyendo que la película era infumable, que
la Theron debería cambiar de agente, que si era el mayor mojón del año… Y,
hombre, la película no es que sea la octava maravilla del mundo, ni el prepucio de San Aniceto, ni nada de eso, pero tampoco me ha parecido tan
abyecta. Para que se hagan una idea, la Alicia de Tim Burton es bastante más aburrida, vacía y excesiva.
Pese a sus dos horas largas, BLANCANIEVES Y LA LEYENDA DEL CAZADOR tiene suficientes escenas entretenidas para
que uno no quiera estrangular al proyeccionista al salir del cine. La madrastra se come la
pantalla cada vez que aparece (o está a punto de hacerlo a juzgar por el modo en que abre la boca), mientras que la pantalla se come, mastica y
escupe sin rastro de sustancia a la parejita protagonista. Por no hablar del
sosainas de William el arquero, uno de los personajes más tristes que se ha visto últimamente en una película. La puesta en escena es sucia y descuidada, aunque juega bien con los contrastes. Pienso en ese bosque oscuro lleno de alimañas infográficas en contraposición con ese otro bosque poblado por hadas, elfos y otros bichos que parece rodado en la sección de juguetes de El Corte Inglés.
Por lo demás, la película tiene momentos divertidos, peleas, buena ambientación, un troll que no viene a cuento, un venado blanco que viene menos a cuento aún, y
una resultona y por momentos bella música de James-Newton Howard que termina
de animar un irregular espectáculo demasiado violento para los niños y
demasiado descafeinado para quienes buscamos algo más de chicha en los cuentos clásicos.
Amenazan
con secuela, pero yo ya he tenido bastante.
CALIFICACIÓN: 5/10
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