lunes, 31 de octubre de 2011

LA VOZ DORMIDA... Y LOS FACHAS GRITONES




Vive Griffith que yo pasé la España del franquismo escondido en una lata de conservas. Pero eso no quiere decir que, de haber dispuesto de sangre fría y un par de cojonazos, no me hubiera echado al monte con un trabuco. Pueden estar seguros de ello.

Con esto quiero decir que no tengo ninguna simpatía por el régimen ni por el dictador bajito que lo encabezaba. Que quede claro desde ya, que luego vienen los equívocos y los correos con arsénico.

Bien, pues dicho esto vamos a hablar de cine, que es lo nuestro. En LA VOZ DORMIDA, Benito Zambrano adapta una novela de Dulce Chacón que nos habla de aquellos tenebrosos años y de cómo cientos de mujeres fueron vejadas, torturadas y asesinadas por pertenecer al bando de los perdedores de una guerra que muchas de ellas jamás desearon.

No he leído la novela, que imagino superior a la película en muchos aspectos, así que no puedo comparar. Y tampoco es mi deseo, copón, que se ponen ustedes pesadísimos con eso de que si el libro es mejor o peor. Pues ni una cosa ni la otra: son distintos. ¡PESAOS!

De la película me parece insuperable y sobrecogedor el drama humano que nos muestra la tragedia de los inocentes. De esa Pepita interpretada por una maravillosa María León cuya ingenuidad conmueve y hace sonreír en más de una ocasión, y de la convencida republicana-comunista a la que encarna Inma Cuesta. Ambas merecen que las colmen de goyas, tal es su humanidad y la credibilidad que desprenden sus personajes.

Sin embargo, "los malos" de la función están dibujados con trazos demasiado gruesos para no pensar que el film resulta en exceso maniqueo. Esas monjas airadas y violentas. Esos generales franquistas que hablan a gritos y no dudan en abofetear y golpear a quien interrumpa su robótico discurso. Esos tormentos terroríficos ejercidos en los siniestros calabozos franquistas. Esos curas de mirada torva que parecen sacados de alguna precuela de La Guerra de las Galaxias. Les aseguro que ese horror existió en nuestro país, pero el modo de pintarlo en la película resulta tan hiperbólico que a veces uno se pregunta si no estará viendo una película de Álex de la Iglesia basada en un esperpento de Valle-Inclán. Vamos, es que entre los miembros del bando franquista sólo faltan el senador Palpatine y Hannibal Lécter. Todos son tan malos, que hay que ver qué malos son.

Es el único lastre de una película que en general conmueve, interesa y hace llorar. Pero tan omnipresente que resta puntos a la que podría haber sido una producción sobresaliente.
 
Con todo, me gustó. Así que le doy un siete porque me sale de los perendengues. Y dicho y hecho:
 
PUNTUACIÓN: 7/10

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