domingo, 4 de diciembre de 2011

UN DIOS SALVAJE... DE NOMBRE ROMAN




Sobra decir que toda la corrosiva acidez del texto de Yasmina Reza está presente en esta adaptación de la obra teatral del mismo título. La forma en que valores sociales tan occidentales como la diplomacia, la buena educación o la hipocresía (enmascarada en amabilidad) se hacen pedazos ante nuestros ojos a lo largo de los 80 minutos que dura esta vertiginosa comedia, permanece fiel a sus orígenes teatrales. Ahí está, intacta, la acción de ese dios salvaje que convierte el amor en odio, el elogio en insulto, que hace y deshace insospechadas alianzas entre parejas, entre hombres y mujeres, entre hombres y hombres, entre mujeres y mujeres, entre individuos y... ellos mismos. El hijo de uno de los dos matrimonios atiza con un palo al hijo del otro y le salta dos dientes. Un acto de violencia irracional y censurable. Tan irracional y censurable como el comportamiento del cuarteto protagonista en ese salón neoyorquino (europeo en realidad, pues Polanski no se lleva bien con los agentes de inmigración de Estados Unidos) que sirve de marco a toda la acción.

Dejando a un lado el sabroso punto de partida, la película brilla por el admirable recital interpretativo de sus cuatro protagonistas y por el perfecto dominio del tiempo y el espacio de Polanski. Toda la acción tiene lugar en tiempo real y en un espacio único, lo que obliga al realizador a controlar milimétricamente la geografía y el reloj. Los espejos que aparecen en muchos de los planos sirven para ubicar a la perfección a aquellos personajes que en ese momento no aparecen en plano. Y vaya si lo hacen. Como criticón que soy, intenté pillar al buen Roman algún error de continuidad, algún fallo en la posición de los actores, un pequeño salto de rácord, lo que fuera. Fue inútil. Ese polaco cabrón, a sus ochenta y dos años, sigue siendo un genio. La luz que entra por la falsa ventana va derivando gradualmente al atardecer, sin artificios, de manera milagrosa y natural.

Me he reído las tripas con UN DIOS SALVAJE, pero también me he asustado al comprender que cualquier intento civilizado de relacionarse con otro ser humano es, cuando menos, algo efímero y momentáneo.

Disfrútenla en versión original, no sean cenutrios.

CALIFICACIÓN: 8/10

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