Basada en la obra de teatro de Elmer Rice, esta historia de vecinos y vecinas en un edificio del Nueva York de la época, con sus chismorreos, sus conflictos raciales (el judío enamorado de una gentil), sus infidelidades y sus crímenes pasionales es de una modernidad asombrosa, no sólo por los temas que trata, sino también por la técnica de filmación, donde Vidor pone la cámara donde le sale de los perendengues (con gran acierto) para contarnos lo que pasa en cada uno de los pisos como si de un 13 Rue del Percebe de los años 30 se tratara. La naturalidad de los diálogos, lo expresivo de las imágenes, lo impactante del desenlace y esa mezcla de realismo y espectáculo teatral con algo del cine soviético de aquellos maravillosos años (no teman, no es un coñazo como "El acorazado Potemkin"), hacen de esta una joyita a recuperar. Y por si esto fuera poco, dura 80 maravillosos minutos, cosa que a estas edades mi vejiga agradece.
La emotividad de la película tiene mucho que ver con el buen trabajo de Alfred Newman, que como gran maestro que es plagia la Rapsodia en Blue de Gershwin con un par de cojones toreros para disfrute del oído más exigente. Y no contento con esto, emplea el mismo tema en "Cómo casarse con un millonario" y otras decenas de títulos. ¡Para que luego digan de los músicos de ahora!
En fin, lampiños lectores míos. Háganme caso y vean "La calle" de King Vidor. Descubrirán que el cine y todo lo que es capaz de ofrecer ya estaba inventado solo cuatro años después de que fuera sonoro.
El Sr. Criticón.
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