lunes, 2 de enero de 2012

DRIVE





Empezamos el año con la crítica de una película que vi el año pasado, pero ya saben cómo son estas fiestas: uno se bebe dos botellas de coñac cuando quiere y se despierta cuando puede. ¡Feliz año, cinéfagos míos!

La película en cuestión es DRIVE, y la dirige un señor llamado Nicholas Winding Refn, nombre que les sonará a chino o a danés, pero que lleva desde 1996 haciendo cine.

La que nos ocupa es una cinta que demuestra el momento en que vivimos: lo nuevo no funciona y hay que recurrir a lo antiguo. Triunfan las películas en 3D (que ya tienen sus añitos), los reestrenos más o menos adulterados (El rey león), los largometrajes mudos y en blanco y negro (The artist), las adaptaciones de obras literarias del año patatín (Tintín, El Hobbit, Jane Eyre)... y, en fin, los remedos en general.

DRIVE mira hacia el modelo de película negra de los 80, de esas con mucha atmósfera y poco diálogo; con una fotografía oscura y luminosa a la vez; y con una banda sonora a base de sintetizadores machacones que uno jamás se pondría en su casa. ¡Bien por Cliff Martínez, el Giorgio Moroder del siglo XXI!

Cuenta la historia de un oscuro individuo cuya vida gira en torno a los coches: de día es mecánico en un taller, de noche alquila su vehículo y su talento a los criminales que lo precisen y, de vez en cuando, se gana un dinero extra haciendo de especialista en el cine. Todo le va más o menos bien hasta que se enamora de la vecina y se ve obligado a participar en un atraco con final fallido. Y es entonces, tras una primera hora lenta, atmosférica y silenciosa, cuando empiezan los tiros, los sobresaltos y un ritmo endiablado salpicado de sangre y muertes violentas que hará las delicias de los aficionados a las historias de venganza.

Y es que, les juro por la mona Chita, que Irving Thalberg tenga en su gloria, que la segunda mitad de DRIVE me tuvo con el alma en vilo. Sin ser una película de terror, uno permanece en la butaca con el corazón acelerado, temiendo el momento y el lugar por el que vendrá el próximo disparo.

En fin, que sin ser nada del otro jueves (porque ya les digo que original, lo que se dice original, no es), la película ofrece una experiencia impagable para los que quieran disfrutar de una buena cinta de género y que esté hasta los perendengues del típico héroe chistoso que tira de gatillo igual que de discurso. Aquí hay mucho gatillo (y machetes, y tenedores, y hostiones a sangre fría), pero discurso, lo que se dice discurso, hay poco, excepto el fílmico. Y repito que es copiado.

Al salir del cine, uno tiene la impresión de que ha visto una película sensacional. Luego, con el tiempo, la impresión se va diluyendo un poco. Pero que nos quiten lo bailao.

CALIFICACIÓN: 7/10

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